lunes, 1 de julio de 2013

HISTORIA Y POLITICA DE LA NUTRICIÓN EN MÉXICO




México tiene una larga historia de implementación de programas y políticas orientadas a mejorar la nutrición de los grupos vulnerables.


Ya desde hace varias décadas el gobierno ha puesto interés en la alimentación de los mexicanos, considerando la dieta una de las principales causas de desnutrición,  atraso y pobreza  en el país.

Según investigaciones  del instituto nacional de  nutriología se  dieron cuenta que la  falta de higiene, la  baja ingesta proteica y calórica son los factores principales que ocasionaban un menor rendimiento en el trabajo  de la  clase obrera, campesinos y  trabajadores.  En la mayoría de las poblaciones mexicanas el consumo calórico provenía el  90% del maíz, alimento considerado pobre en proteínas y aminoácidos.


En las últimas décadas del siglo XIX, México experimentó grandes transformaciones como parte del proceso modernizador encauzado por Porfirio Díaz (1877-1910). La Revolución, el proceso de industrialización aceleró su paso, favoreciendo la migración del campo a la ciudad.


El México moderno se vinculó con los espacios urbanos y una cultura de clase media que reprodujo sus valores e ideales a través de los medios de comunicación masiva y del desarrollo de una cultura del consumo de alimentos.

En las décadas de 1940 y 1950, los hábitos alimenticios de los sectores populares tanto urbanos como rurales fueron objeto de preocupación entre médicos y autoridades de salud, que argumentaron que el tener una dieta balanceada y una cocina limpia eran elementos fundamentales para el desarrollo de una nación sana y productiva.

La alimentación fue objeto de regulación por vez primera durante el Porfiriato, período en el que se sostuvo la influencia negativa de ciertos alimentos. La élite porfiriana percibía la dieta de las clases bajas, basada en maíz, frijol y chile, como inferior.




Julio Guerrero un sociólogo Influenciado por el darwinismo social, sostuvo que la dieta de los
pobres era lo que los mantenía en el atraso social.  El comentaba que la clase baja comían  poca carne; Los huevos jamás entraban en el menú del proletario, que consistía en tortillas de maíz en vez de pan de harina, verdolagas, frijoles, nopales, quelites, calabazas, fruta verde o podrida, chicharrón y sobre todo chile en abundancia, como guiso o condimento”. Guerrero también criticó el consumo de comida de origen indígena, como los tamales, que calificó como producto de “una repostería popular abominable”, ante lo cual promovió la adopción de las cocinas francesa y española.
 
Desde finales del siglo XIX, médicos y autoridades de salubridad relacionaron la nutrición no sólo con la salud, sino también con valores morales. Es decir, una dieta pobre y la falta de higiene ocasionaban no sólo que las personas se enfermaran sino también que fueran proclives a la inmoralidad y el crimen.

Miranda, escribió en 1940: “el sujeto mal alimentado es perezoso, flojo, incapaz de trabajo intenso y sostenido, apático, sin ambiciones, indiferente a lo que le rodea, lleno de limitaciones físicas y mentales, con un horizonte estrecho, fácilmente sugestionable.


Debido a la problemática de la baja ingesta calórica y los malos hábitos de alimentación el gobierno se vió forzado a empezar una lucha contra a la desnutrición,  médicos especialistas consideraron recomendar una dieta balanceada basada en trigo, carne, leche y alimentos lácteos, aumentando el consumo de proteína animal, para de esta manera disminuir  la desnutrición y aumentar la productividad de la clase obrera.


Rodriguez, S. A. (2008). Alimentando a la nación: Género y Nutrición en México (1940-1960). Revista de Estudios Sociales No. 29, 196.


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